miércoles, 15 de diciembre de 2010


ADEU COMPANY

Adeu company...
Et desitjo la pau per sempre
sentint el dolor dins del pit,
recordant aquella última mirada
sabent que del tot eres concient.

Adeu company...
Un día ens trobarem allà on estiguis
i jugarem amb el que em vaig oblidar aquí,
a veuret en tot instant com un amic fidel
que mai va reclamar ni menester
res mes que no fos el meu alé.

Adeu company...
Guardaré per sempre en la memoria
el teu talant respectuos i seré,
sabent sempre ser tu mateix,
baixant el cap sumis devant
de qualsevol pretessa malifeta,
mostra de la teva noblesa innata.

Adeu company...
Ja guareixes el teu sentir dins la llum,
la que demano que enfoquis cap a mi
i siguis el far de les meves pases,
ara que no hi ets entre nosaltres
i aprofitan-me de que tu has arribat primer,
allà a dalt on no hi ha diferents,
on no hi han ordres ni crits,
nomes caricies i abraçades.

Adeu company...
Ja no ploru mes per tú,
et mereixes veurem feliç i content
de saberte en el millor lloc possible
per gaudir de tota la teva fermesa.
Ja no patiràs mes pujant les escales
de les meves ignomínies.
Despres de quasi quinse anys junts
només em queda un frec al cor,
haber estat jo qui deixidís el teu día,
el fatídic instant del teu traspàs.

Adeu company...
Se que no m'ho tindràs mai en compte.
Et vaig disfrutar de cadell
i te tret el patiment de gran.
Majestuosa sabiduría del que sap
que ja el seu darrer moment s'acaba
i ho demana donant-te la pota.

Descansa en pau... company.



ADIOS COMPAÑERO

Adios compañero...
Te deseo la paz para siempre
sintiendo el dolor en el pecho,
recordando aquella última mirada
sabiendo que del todo eras consciente.

Adios compañero...
Un día nos encontraremos allí donde estés
y jugaremos con lo que me olvidé aquí,
a verte en todo instante como un amigo fiel
que nunca reclamó ni necesitó
nada que no fuera mi aliento.

Adios compañero...
Guardaré para siempre en mi memoria
tu talante respetuoso y sereno,
sabiendo siempre ser tu mismo,
bajando la cabeza sumiso delante
de cualquier pretendida mala acción,
muestra de tu nobleza innata.

Adios compañero...
Ya resguareces tu sentir dentro de la luz,
la que pido que enfoques hacia mi
siendo el faro de mis pasos,
ahora que ya no estas con nosotros
y aprovechándome de que tu has llegado primero,
allí arriba donde no hay diferentes,
donde no hay órdenes ni gritos,
solo abrazos y carícias.

Adios compañero...
Y no lloro mas por ti,
te mereces verme feiz y contento
de saberte en el mejor sitio posible
para disfrutar de toda tu firmeza.
Ya no sufrirás mas subiendo las escaleras
de mis ignomínias.
Tras casi quince años juntos
sólo me queda un roce en el corazón,
haber sido yo quien decidió tu día,
el fatídico instante de tu traspaso.

Adios compañero...
Te disfruté de cachorro
y te he quitado el sufrimiento de mayor.
Majestuosa sabiduría del que sabe
que ya su último momento se acaba
y lo pide dándote la mano.

Descansa en paz...compañero.

martes, 10 de agosto de 2010

¿IMPORTA?



Otra vez aprendo a caminar descalzo
a andar sin dar vueltas a ningún sitio
¿importa cuantas veces lo intente?
tras cada caída hay un levantarse.

Igual esta ocasión si es la buena
y encuentro el sueño que busco
¿importa el tiempo que use en ello?
asoma ya una palpable realidad.

Escucho la catarata de mi pensar
siento mi silencio como la empuja
¿importa quién gane?
el destino está en su comunión.

La vacía copa se límpia esperándome
soy el preciado líquido que espera
¿importa mas cantidad que calidad?
reposo paciencia colgado en la vid.

No hay premura en zambullirme al vacío
un día lo hice y me llené
¿importa las veces que tenga que repetirlo?
mi vaciado no depende de la plenitud.

Puedo dejar de mirar mil veces
y hacer ver que el mundo no va conmigo
¿importa mirar cuando no dejas de ver?
la visión no es un logro
es la realidad
y si no, al tiempo.

Que tampoco importa.

lunes, 2 de agosto de 2010

martes, 13 de julio de 2010

CANFRANERO

Llevo rato disfrutando de una percepción, me siento transportado a otro tiempo, a un resquicio de un ayer lleno de esplendor rezumando por doquier, enfrascado en una titánica lucha contra una decadente presencia en todo lo que rodea este majestuoso paisaje.

Una extraña sensación me embarga mientras espero los minutos que faltan para que arranque desde su fin de vía el Canfranero. Mas allá de donde está parado, desde su llegada a media mañana, en su único viaje diario desde la capital, la vía colecciona óxidos y abandonos, montada sonre vetustas vigas ajadas y desgastadas por las difíciles inclemencias meteorológicas del lugar.

Como si el único vagón que lo comfigura supiera que mas arriba antiguos fantasmas del pasado le impiden abrirse paso hacia el otro lado de las montañas, nada mas llegar a la estación el Canfranero se obliga dejar de mirar al frente, a desviar la mirada hacia el otro lado, quizás una añoranza llena de tristeza le aconseja no hurgar en el negro túnel que se abre a pocos metros de sus ruedas.

Estoy sentado sólo en uno de los tres compartimientos que configuran el único vagón-tren-convoy del canfranero, veo un matrimonio de jubilados excursionistas en el compartimiento delantero, hablando cordialmente con el privilegiado y poco estresado maquinista. Aún tengo en la retina bien presente la mirada casi de asombro al verme llegar del empleado de la descuidada oficina, preguntando por el despacho de billetes. Le leí el pensamiento: ¡Un cliente!, le sonreí con amabilidad agradeciéndole el trato.

Los minutos se hacen larguísimos, el fuerte calor de julio cae imponente y sin piedad sobre el valle, dando su luminosidad una sensación de estar en un sitio muy peculiar, donde la silueta majestuosa de la vetusta y ya medio restaurada estación internacional de Canfranc resalta enmarcada por el espléndido colorido verdoso, muestrario inigualable del esplendor de la naturaleza rezumando en la ladera de la imponente montaña que la cobija. Los imponentes abetos, situados en difíciles equilibrios en la montaña, son y han sido en sus sucesivas generaciones los testigos mudos de todas las historias y emociones que han transitado por la estación durante muchos años. Coronando su cima como inmensa corona unas preciosas nubes de evolución diurna, inmensas montañas de algodones de azúcar dando una mayor altitud a la imponente estampa, buscan salir con voluptuosidad en la foto enmarcada por el espléndido cielo azul.

Adivino su esplendor en otras épocas, imagino escenas en que la gente abarrotaba sus andenes, hombres, mujeres, niños, ancianos esperando ir a un mundo mejor, lejos quizás de misérias endémicas, de luchas de poder; víctimas muchos de la injusticia humana, de la estupidez en que caemos cuando pretendemos dictar el bien de unos a costa de otros.

Sorprende tanta estación en un lugar como éste, es como un muestrario de cosas que no acabaron bien, un error de despilfarro en el que tanta inversión y fastuosidad se han convertido con el tiempo en un triste monumento a la inoperáncia humana.

El Canfranero, (no se qué es que no me deja llamarlo simplemente tren), arranca motores, como si necesitara calentarlos para poder comenzar con garantías el trayecto valle abajo. Es la primera vez que me subo, he decidido por cuestiones que no vienen al caso subir en autobus a la estación y experimentar el viaje de bajada; quizás una escondida aprensión por su fama que lo acompaña de diversos descarrilamientos, producto de las desgastadas condiciones físicas de su trazado. Sobre esto reflexiono mientras espero los últimos minutos antes de la hora señalada para la salida, mientas me deleito observando como se han adueñado de la majestuosa estación infinidad de aves, que entran y salen, de los pocos orificios que no han conseguido taponar en la multitud de puertas y ventanales que la configuran. Son sus únicos usuarios, transformados en inquilinos de lujo de la estación, revolotean encima de las marquesinas destapadas como si se dispusieran a dar el toque de pito al tren que está a punto de partir, como obligándose a despedirse por si algún caso esta vez fuera la última vez que lo ven partir.

Ya no quedan muchas estaciones en uso con los raíles oxidados y desgastados por la lluvía, la nieve y el sol como ésta. Aun resisten firmemente apoyados por oxidados tornillos a antiquísimas y recias vigas de roble, totalmente ajadas por el paso de los años y de las difíciles condiciones del valle. Multitud de plantas han crecido por doquier, mostrando orgullosas con sus flores el triunfo de la naturaleza sobre la obstinación humana; muchas de ellas retando al hierro rodante en un pulso desigual, como reinvidicando su espacio natural ante tanto despropósito y desuso endémico.

Puntual a las cinco y venticinco de la tarde como si de una exigente y competitiva línea regular se tratara, reivindicándose a sí mismo, arranca con un ligero crujido de hierros, lentamente empieza a recorrer los primeros metros, delante de la gran estación abandonada; los raíles mas cercanos a ella permanecen semienterrados en gravas y multitud de plantas, mostrando su inoperancia al mundo que lo quiera ver.

El Canfranero, tren de un único vagón, con nombre casi mítico, como si de un antíguo bandolero de las serranías se tratara, es el superviviente heróico de esta batalla que lídia el progreso contra si mismo, luchando contra el tiempo, también contra los avances de la civilización; peleando contra todos, contra el dinero que no gana, contra el progreso que unos esgrimen como estandarte en lid con la memoría que un día no muy lejano fué y ya no es este lugar.

En su lento arranque noto el esfuerzo que le supone abandonar este sitio priviliegiado, aunque esté medio abandonado, sabe que sólo lo es en apariencia, multitud de presencias y esencias lo protegen en su ausencia, sabedoras que al día siguiente fiel a su cita diaria volverá aparecer por el oscuro túnel que antecede la estación, haciendo sonar su fuerte pitido característico, anunciando otra vez su vuelta a casa.

Veo en su marcha, multitud de edificios semiderruidos, depósitos de agua, atiguos almacenes, viejos hangares, todos abandonados a su suerte; también en las numerosas vías muertas que en su día configuraron un animado trasiego de trenes, observo como reposan aparcados como testimonios mudos de antiguos esplendores varios ejemplares de antiguos vagones, unos metálicos con el interior de madera, otros con todas las carcasas que los configuraron en su origen de madera; casi todos medio destruidos por las inclemencias del tiempo, por multitud de nevadas y grandes cantidades de nieve acumuladas en los largos inviernos del Pirineo, por las copiosas lluvias que caen durante todo el año, por los soleados días de los veranos; año tras año han ido arruinándose mas y mas, dando una especial postal a la estación. Ruinas férreas montadas sobre plataformas totalmente oxidadas, sarcófagos de llantos y risas de las gentes que los usaron, de las ilusiones de pequeños y grandes al sentir bajo sus pies el ruidoso traqueteo subiendo monte arriba o bajando valle abajo. Deshechos con ruedas inmóviles, solo aliviados por el precioso marco verde en que están envueltos por multitud de plantas que si no fuera por su abandono, casi los llevan a la categoría de esculturas de jardín, en medio de un universo verde que viste por doquier a todo el valle.

En su salida el Canfranero se introduce confiadamente en el primer túnel de los muchos que tiene su escarpado trayecto por la ladera del valle, hasta llegar abajo, casi a las cercanías del bullicioso Jaca. Entra y sale de cada túnel como si nos enseñara el juego de mostrar y quitar postales a cual mas bella tras cada obligado cerrar de ojos. Buscando quizá distraer nuestra atención sobre su lenta velocidad, y sobre los contínuos edificios abandonados que se ven en su trayecto mas alto.

Hago ver que no me doy cuenta de su prudente lentitud, extasiándome en las excelencias del paisaje. Se ve todo el valle a vista de águila, el rio al fondo, la carretera que lo bordea, las imponentes montañas que configuran el valle, el completo cromatismo de verdes en pleno verano... todo amenizado con el traqueteo de este peculiar Canfranero.....

Aun es saludado y despedido por los jefes de estación orgullosos de lucir sus gorras de color rojo intenso, a la vez que levantan la bandera y hacen soplar los silbatos concediéndole el privilegio de paso por sus estaciones. Así sea por muchos años.

domingo, 7 de febrero de 2010

DUALIDAD




Dicen que es una quimera, algo inalcanzable y lejano a nuestras posibilidades. Argumentan que es imposible pararse y apearse de este mundo en marcha y totalmente desenfrenado, sin quedar atrapados en las obligaciones impuestas por la sociedad, o autoimpuestas por nuestra identificación en la domesticación recibida; tenemos casi la obligación de rodar al mismo paso que da la mayoría, así nos lo han inculcado desde que nacimos; porque es como tiene que ser, así ha sido siempre, y esta es la posición de nuestra sociedad que la mayoría cree como "correcta". Lo argumentan tan bien, que incluso en cualquier tribu menos avanzada y pervertida por la imposición de civilizaciones materialistas, de cualquiera de los continentes, erigen sus sociedades en normas, obligaciones, imposiciones y sometimientos abusivos por quienes ostentan el poder, ya sea conseguido éste por la fuerza, o por métodos más o menos "civilizados".

Mi humilde sentir es que vamos todos errados, nos dirigimos en la dirección contraria de la correcta... ¿como nos vamos a encontrar a nosotros mismos si caminamos en sentido contrario?, ¿cómo vamos a encontrarnos y sentirnos en paz, a valorar la paz, ya sea personal o de todos, si estamos inmersos en un conflicto global... incluso con nosotros mismos?

Si dices que te paras, que te apeas de esta rueda que crees que gira en sentido contrario, si sientes que la paz se encuentra en la dirección opuesta, la inercia de la sociedad te maltrata, intenta apartarte, situarte en una esquina donde no puedas ser oído, simplemente estorbas a los intereses egóicos globales; quizás por eso aceptamos seguir un tiempo en su dirección, los miedos residuales hacen su trabajo y nos hacen creer que el ser rechazados por la sociedad es más insoportable que vivir en el conflicto, sin darnos cuenta que simplemente es mas de lo mismo, miedo sobre miedo. Aún a sabiendas que el coste es el crear un espacio entre uno mismo y su paz interior, nos alejamos de nosotros mismos. A veces excusamos esa actitud pensando que es por el bien social...

Igual infravaloramos la paz interior por su desconocimiento racional, dándo más importancia a la estabilidad social y económica, a cierta pero condicionada seguridad material, que nos hace creer que las propiedades, el poder económico, etc. alivian la ansiedad que nos crea nuestro ego, con todos los miedos que inculca durante todo el tiempo que le otorgamos el poder de regir nuestras vidas.

Discernir la dualidad Ego-Yo es la clave para el reencuentro con nuestra esencia. Es el inicio de la autosanación. Mientras sigamos identificándonos en todo lo que pensamos, dándole al pensamiento calidad de verdad, el mundo que creamos seguirá siendo un mundo superficial, anclado en un pasado lleno de errores proyectándose en un futuro lleno de temores; en un mundo de logros inalcanzados en la plenitud, en todo caso en forma parcial y fragmentada que solo conseguirá saciar en parte nuestra satisfacción, la egóica; pero...
¿se llega a la felicidad por ese camino?

No somos el ego, éste solo es una parte de nosotros, una herramienta que disponemos para desarrollar nuestro crecimiento en esta estancia como humanos. Dándole todo el poder al ego cuando nos identificamos solo con él y sus pensamientos, nos adentra en un bosque de miedos, en el que se proyectan sus sombras en nuestro futuro, reflejos de experiencias bien o mal vividas en nuestros pasados... pero ¿y dónde queda nuestro presente?

Hacerse conscientes de la dualidad nos permite elegir libremente entre la paz interior, la del sentir, o el conflicto del pensar descontrolado. Al ego no se le mata nunca, es parte de nosotros, sólo debemos utilizarlo conscientemente, nosotros a él, éste es nuestro poder oculto, el de ser dueños y creadores de nuestro existir.

La paz interior no se encuentra, no se busca, ya se tiene, siempre está ahí, siempre ha estado con nosotros en nuestro interior, es parte de nuestra naturaleza... a pesar de todos los pesares que nuestra mente se invente. A pesar de que creamos no merecerla, influenciados por la infinidad de juicios y suposiciones propias o ajenas que dejemos que nos afecten emocionalmente. Siempre está ahí, esperando el momento, el día, el año, o la vida que sea en que nos hagamos conscientes de ello.

Sentir paz no es dejar de pensar, no es dejar que nada no nos remueva por dentro ni dejar que nada no nos motive, tampoco que dejes de buscar un mundo mejor para todos; es simplemente hacer todo eso desde la conciencia, desde el conocimiento de que somos un universo de mundos creados por egos, y que sólo desde el discernimiento y despertar de conciencia de la mayoría hará que este mundo llegue a ser más "humano". También son condiciones humanas el amor, la fraternidad, la bondad, la puerza de miras, los abrazos sinceros, los francos apretones de manos, la generosidad, el desprendimiento...

Al no aceptar nuestra dualidad damos poder a las también humanas acciones de maldad, odio, rencor, envidia, ansias de poder, sometimientos de unos por otros... aceptándolas sin más como intrínsecas condiciones humanas sin fácil corrección.

Ando en el caminar hacia mi propio reencuentro, no para atesorarlo y disfrutarlo en soledad, si no para aportar mi grano de arena en el crecimiento global de la humanidad.
En eso estoy.

lunes, 4 de enero de 2010

SUPOSICIONES

Nos pasamos media vida suponiendo cosas de los demás, cayendo constantemente en la trampa que significa la no aceptación de sus diferencias, de sus particulares formas de ver y vivir su mundo, de sus diversas y a veces diametralmente opuestas formas de ser, pensar, actuar, etc.


Gran parte de la otra media vida la ocupamos con el intento, por todas las formas posibles y con miles de razonamientos, de justificar estas supociciones con infinidad de juicios, juzgamos todo y a todos constantemente, a veces conscientemente, a veces no.


No caemos en la cuenta, la mayoría de las veces, que cada vez que nos erigimos en jueces de algo o de alguien del que hemos supuesto cualquier situación, caemos en la tentación de emitir como consecuencia, juicios de valor, dictando seguidamente y sin compasión las "necesarias"sentencias, las cuales por supuesto, merecen que se les aplique las correspondientes condenas para así justificar delante de nuestra conciencia y la de los demás nuestra escondida intolerancia; y justificando así todo el proceso... ¡y nos quedamos tan anchos, tan satisfechos, tan egóicamente satisfechos!; ¡qué buenos somos, hemos contribuido al bienestar general eliminando de en medio eso que hemos supuesto pernicioso, y que según nuestro juicio debía ser eliminado y apartado!.


¿Es este un camino hacía la paz? , ¿qué soluciona el enfrentamiento egóico?,¿ justificar nuestra impotencia en el trabajo personal de lavar nuestra conciencia, nuestros propios conflictos personales, mezclándolos con el océano de los conflictos globales?


Creo plenamente, es " mi verdad", en la ley universal que dice que recogemos multiplicado todo lo que sembramos. Si vivimos en el conflicto, es porque previamente lo hemos sembrado en algún momento de nuestra vida, y viceversa. También creo que la corrección no está en el castigo si no , únicamente, en el perdón.


Sembramos conflictos, pensando así que aliviamos la carga de culpabilidad que llevamos a cuestas, suponiéndo con ello que haciéndola global y común, nos descargamos de ella. Es desde este prisma de visión, en el que nos sentimos culpables antes que simplemente responsables de nuestros propios conflictos, y viendo la paz interior como una inalcanzable utopía, reflejo de la imposible paz global de un mundo inmerso en un presunto y globalizado conflicto, enquistado en millones de juicios realizados en toda nuestra historia como humanos. Esto hace que veamos la paz interior como un fin inalcanzable, imaginación y producto de mentes débiles e influenciables...


Es mas fácil cargarse la paz, que hacer el esfuerzo personal de interiorización que requiere el perdonarse a uno mismo cualquier atisbo de culpabilidad. Es mas cómodo vivir de víctima de nuestra civilización, que vivir una realidad sin conflicto que empieza por la propia aceptación de nuestra responsabilidad en el mundo que vemos y creamos a nuestro alrededor.


Es mas sencillo asumir esta postura de víctima, aunque nos suma en mil conflictos, que la del camino de la aceptación de todos los demás, cada uno en su propia idiosincrasia, tal como son; incluso la no aceptación del propio momento personal que vivimos en el conflicto, nos hace imposible ver dicho momento como un paso mas que usa nuestra esencia en su constante aprendizaje como humano.


No somos humanos que hemos venido a aprender energía, somos energía que hemos venido a aprender humanidad.